El emperador Diocleciano, en el año 285 d.C. dividió el imperio en regiones occidentales y orientales. La ciudad más grande del este era la antigua metrópoli de Bizancio, y en 330 Constantino el grande le puso el nombre de Constantinopla e hizo de ella la capital oficial del imperio de oriente. Como tal permaneció más de mil años, hasta ser conquistada por los turcos otomanos en 1453. Durante la época bizantina no se realizaron avances en lo que se refiere al pensamiento médico o científico. Bizancio se limitó a vivir del pasado, lo única contribución del imperio romano de oriente fue la preservación del lenguaje, cultura y textos literarios del anterior mundo griego y romano. La principal actividad de los médicos romanos era la recolección de conocimientos en la que destacaron cuatro individuos.
Oribasto, médico del emperador Juliano el Apostata, fue autor de un gran compendio de setenta volúmenes titulado “Collectiones Medicae”. Y trata sobre la transcripción de los trabajos de Galeno, y las referencias a la odontología que contiene son las mismas del antiguo maestro. Unos 200 años más tarde, el enciclopedista medico más importante fue Ecio de Amida, médico del emperador Justiniano I, dejo una compilación voluminosa llamada “Tetrabiblion” que contenía descripciones detalladas de las enfermedades y el tratamiento de la boca y los dientes. Alejandro de Tralles fue el único compilador bizantino que demostró cierta originalidad, fue autor de doce libros de medicina, reflejo, como sus predecesores el miedo por el uso de los fórceps para la extracción de muelas, aconsejando a los practicantes que aflojasen las piezas afectadas, hasta que se pudieran sacar con los dedos, aplicando en los bordes de la encía una mezcla de aceites de rosa, pulpa de manzana silvestre, azufre, pimienta y otras sustancias más para poder inflamar la encía y debilitar la estabilidad del diente.
El último de los eclécticos griegos que escribió sobre odontología fue Pablo de Egina, y en lo que respecta, poco nuevo añadió sobre el tema. Sin embargo, fue capaz de resumir el conocimiento medico de los antiguos dando (en su Epitome, de siete libros) una imagen fiel de la situación de la cirugía oral de su tiempo. En un capítulo sobre afecciones de la boca, hace una clara distinción entre un párulis inflamatorio y un épulis tumoroso y describe el método a atajar estos dos tipos de excresencias, su coherente descripción formo la base para el entendimiento de estas afecciones hasta tiempo recientes. También hablo de la dentición y de las extracciones a detalle, explico el uso de una lima para rebajar la altura de un diente que sobresaliera de los demás, el primero en hablar sobre rascar los dientes para quitar las concresiones de sarro.
La época bizantina es pobre en descubrimientos y avances en el mundo médico y científico, podríamos afirmar que su sociedad se limitó a vivir en el pasado.
En referencia al mundo dental podemos encontrar diferentes aportaciones. Mientras que el norte de África Vindiciano, en su libro “Gy Naecia”, se equivocaba en algunas consideraciones tales como que los hombres presentaban 32 dientes mientras que las mujeres y los castrados solamente tenían 28 dientes; otras como Caelsius Aurelianus, padre del “Tratado de enfermedades agudas y crónicas” nos invita a la reflexión sobre determinados tratamientos ya establecidos, narrando por ejemplo que la exodoncia o extracción dental es una operación delicada y peligrosa, que podía conllevar daños en el hueso, en músculos y en el ojo, por ello aconsejaba la preinscripción de aceite de lentiscus, agua de lluvia y leche de burra para la post-extracción y el polvo de coral y miel para tratar la posterior posible hemorragia.
Pablo de Egina, destaca por su obre “Epitome” de siete volúmenes. Fue capaz de resumir el conocimiento médico de los antiguos y dar una imagen fiel de la situación de la cirugía dental de su tiempo. En lo que respecta a las afecciones de la cavidad oral, hace una clara diferencia entre un párulis inflamatorio y una epúlide tumoral, diferenciando claramente cada uno de sus tratamientos.
Algunas de sus teorías fueron aceptadas hasta en siglo XVIII. Asimismo este autor, realizó un repaso de cómo se debía actuar en el proceso de extracción de un diente; él aconsejaba que si la pieza dental presentaba una caries muy profunda era mejor restaurarla previamente con hilo de lino con el fin de evitar su fractura.
También nos ilustra cómo realizar un tallado selectivo limando los dientes que sobresalen respecto a los dientes adyacentes a su vez, él fue el primero es escribir sobre la necesidad de rascar los dientes para extraer o arrastrar el sarro.
Pablo de Egina recomendaba una buena higiene oral continuada tras la ingesta de alimentos y hacia hincapié en no utilizar los dientes para cortar o desgarrar ciertas cosas u objetos de dureza considerable.
Destaca por su trabajo de preparador de drogas. Escribió el libro de “Composición de los medicamentos” donde recoge más de 2656 formulas. Entre éstas formulas cabe destacar algunas como por ejemplo: contra los dientes sucios o negros.
Asimismo contra los dientes sucios indica lentejas, vinagre. Azafrán, cangrejos quemados, rosas y hojas secas, entre otros. En cambio, para los dientes negros, es necesario aplicar piedra pómez, sal folium y miel. Todos estos ingredientes nos pueden parecer anecdóticos, pero hay que saber que la piedra pómez, el polvo de cangrejo quemado, la miel y el cureno de ciervo fueron sustancias empleadas hasta el siglo XX para realizar todos los dentífricos.
Bibliografia:
La Alta Edad Media: Mundo Bizantino, pagina 54, Historia de la Odontología Ilustrada, Malvin E. Ring, Mosby/Doyma libros.