Con la caída del imperio romano, el mundo occidental poco a poco se hundió en ignorancia, superstición, pasividad intelectual y para colmo las tribus bárbaras germánicas devastaron grandes territorios, destruyendo vidas, arte, tesoros culturales y el comercio.
La gente vio en la agricultura el único medio de supervivencia, los pueblos se pusieron bajo la protección de la Iglesia y bajo su dirección, el conocimiento de los antiguos escritores clásicos y escritos bizantinos fueron compilados, traducidos y parafraseados.
El progreso de la medicina se paralizó casi totalmente y todas las ciencias desaparecieron a medida que las escuelas seguían los dogmas religiosos. Hacia el siglo VI el pensamiento llegó la medicina monástica la cual rechazaba aceptar que el hombre esté gobernado por leyes naturales y este sujeto a los poderes de la naturaleza que lo rodea, y negándose a admitir su impotencia frente a las calamidades, la iglesia persiguió a los que deseaban establecer concepciones racionales del proceso natural.
Isidoro de Sevilla (570 – 636) fue obispo y a su vez fue considerado como en hombre más culto de su época, compiló una enciclopedia llamada Etimologías, la cual trata sobre los orígenes de las palabras, cuyo IV libro contiene muchas derivaciones falsas y forzadas de términos médicos.
En Inglaterra, Beda El Venerable (673 – 735) escribió una historia eclesiástica en la que incluye observaciones sobre el tratamiento médico común en esas fechas. Menciona remedios para el dolor de muelas, por lo general mezclas de diversas drogas y recomienda dejar de sangrar una vena debajo de la lengua para curar el dolor de muelas.
Vindiciano (obispo), con sus escritos del siglo VII:
También tenían una gran atención los cirujanos ambulantes y charlatanes, debido a que ofrecían curaciones milagrosas a través de reliquias sagradas y las oraciones en busca de la santa intercesión y al exorcismo de los malos espíritus causantes de la enfermedad.
El papa Gregorio II aconsejara plegarias para soportar el dolor, en lugar de sumisión al cuchillo (en vez de realizar una pequeña cirugía). Se evitaban hasta las extracciones de dientes, salvo como último recurso siempre y cuando el diente estaba medio suelto.
Un escritor anónimo del siglo VII menciona a un paciente que murió después de serle extraída una muela, porque junto con la muela se le había arrancado su “conexión” con el cerebro y el pulmón.
Santa Hildegarda (1099 – 1179), abadesa de Bingen (Alemania) escribió un libro llamado Physica donde habla sobre los poderes curativos de las plantas, carnes y minerales.
No liberados todavía de la característica ignorancia y superstición de la Alta Edad Media, los doctores occidentales dependían aún de la medicina popular y especialmente de los remedios botánicos.
¨La Mandrágora officinalis¨
Se creía, además, que al ser arrancada emitía un grito horrible capaz de matar a cualquier humano que se encontrase cerca. Un manuscrito de la Baja Edad Media menciona determinados pasos para la cosecha de esta planta:
Tratamientos de dolencias dentales:
Edad Media Alta: Europa occidental del siglo V – XII, pagina 58. Historia de la Odontología Ilustrada. Malvin E. Ring, Mosby/Doyma Libros.
Edad Media Alta: Europa occidental del siglo V – XII, Historia de la Odontología Ilustrada. Malvin E. Ring, Mosby/Doyma Libros. Colaboración del Museo de Odontología de la BUAP.